Clasificación de faltas laborales: una herramienta
clave para una gestión justa y efectiva
En el ámbito de los Recursos Humanos, contar con un marco normativo claro sobre el comportamiento esperado de los trabajadores es esencial para mantener el orden, la equidad y la productividad dentro de la empresa. Los artículos 24.º, 25.º y 26.º establecen una clasificación detallada de las faltas laborales en leves, graves y muy graves, atendiendo a su naturaleza, frecuencia y repercusión en la organización. Esta distinción permite a los departamentos de RRHH actuar con criterio justo y proporcional en la aplicación de sanciones.
Las faltas leves, como retrasos reiterados que
superan los 15 minutos mensuales, pequeñas negligencias en el uso del material
de trabajo o no informar un cambio de domicilio, reflejan comportamientos que,
si bien no alteran gravemente la dinámica laboral, deben ser corregidos a
tiempo. El objetivo es prevenir la reincidencia y mantener una disciplina
básica sin incurrir en sanciones desproporcionadas. También se incluyen
actitudes como discusiones internas o faltas de aseo que afecten mínimamente la
imagen o productividad.
Por otro lado, las faltas graves y muy graves abordan conductas con consecuencias más serias. Entre las primeras figuran la desobediencia, la simulación de presencia, el uso indebido de recursos o la acumulación de faltas leves. En el extremo superior, las faltas muy graves incluyen el fraude, la violencia verbal o física, la competencia desleal, el acoso y la violación de secretos empresariales. Estas acciones no solo perjudican a la empresa, sino que pueden comprometer la convivencia, la seguridad y la ética en el entorno de trabajo.
Establecer y comunicar esta clasificación no debe
entenderse como un instrumento meramente sancionador, sino como parte de una
política preventiva, pedagógica y alineada con los valores de la organización.
Una cultura de cumplimiento y responsabilidad empieza por conocer las normas,
aplicarlas con coherencia y, sobre todo, fomentar un entorno en el que los
conflictos se gestionen antes de que deriven en infracciones. Así, Recursos
Humanos refuerza su rol estratégico como garante del orden, la equidad y el
respeto dentro de la empresa.
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