Febrero es el mes más corto del año. Quizá sea algo que des por hecho y cuya razón nunca te hayas planteado, pero cuenta con una explicación que se remonta hasta la época de los romanos. Por aquel entonces se utilizaba el calendario de Rómulo, que solo constaba de 10 meses y 304 días. Los romanos consideraban que enero y febrero no debían tenerse en cuenta porque, al ser invierno, no permitían buenas cosechas. De esta forma, el año empezaba en marzo y terminaba en diciembre. Esto cambió de la mano de Julio César, que decidió adoptar el calendario egipcio de 12 meses y los meses pares pasaron a tener 30 días y los impares, 31. Para ello Julio César añadió un día a cada mes, excepto a febrero que, por ser el último, siguió con 29. ¿Cómo llegó entonces a tener 28 días?
Tras el asesinato de César, Marco Antonio le homenajeó cambiando el nombre del quinto mes. Este pasó de “quintilis” a julio, de 31 días. Más tarde, en honor a Augusto, se cambió “sextilis” por agosto y pasó de tener 30 días a tener 31 para no ser menos que Julio César. Ese día extra se le restó a febrero, dejándolo solo con 28. El último paso hasta el calendario actual lo llevó a cabo el papa Gregorio XIII. Tras un desfase por un error de cálculo en el calendario de Julio César y su acumulación durante los siglos, decidió quitarle 10 días al año 1582 para terminar de cuadrar las fechas con las estaciones. Además, estableció el inicio del año en enero y la existencia de los años bisiestos para que no se volviese a producir tal desajuste.
De esta forma, cada cuatro años tenemos uno bisiesto. Este es el caso de 2024 y muchos aprovechan para preguntarse si esto aumentará la nómina de febrero. Sin embargo, para su disgusto, la nómina será la misma que el resto de meses, tal y como ocurre con el mes de febrero a pesar de ser más corto que los demás.
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